EL AIRE QUE RESPIRAMOS


Sin duda, la supresión de los incineradores particulares y municipales hace 18 años mejoró la atmósfera de Buenos Aires. Baste recordar la nube negra que se observaba desde los aviones al decolar o aterrizar en Aeroparque. Actualmente, la gran fuente de contaminación son los gases de ómnibus, camiones y automóviles. Menos de 5 por ciento de los autos funcionan con naftas sin plomo, siendo éste más contaminante que el dióxido de carbono y los óxidos de nitrógeno. Claro que las naftas sin plomo en coches sin catalizador son inútiles, por lo que debiera acordarse con la industria automotriz la fabricación de autos con ese aparato (como en Suecia), que reduce en más de un 80 por ciento las emanaciones tóxicas. En Buenos Aires no hay, a nivel oficial, una red de monitoreo que permita establecer cuán contaminado está el aire, pero según el secretario de Planeamiento Urbano y Medio Ambiente municipal, Marcos Pasinato, se hacen operativos semanales de control de caños de escape, responsables del 85 por ciento de la contaminación, y también de industrias, laboratorios y fábricas. "En 1995, el 13 por ciento de los colectivos superaron los 5 puntos de la escala de tolerancia de monóxido de carbono liberado, que es el punto máximo admisible", explica María José Santambrogio, directora de Política Ambiental. Por su lado, el Banco Mundial, indica que Mendoza y Córdoba sí mejoraron su calidad de aire mediante inspecciones obligatorias, pero sugiere que en Buenos Aires sólo el 10 por ciento de los camiones y el 8 por ciento de los colectivos se someten a ellas.
Buenos Aires posee una ventaja sobre ciudades situadas en depresiones, como Santiago de Chile, México D.F. o Córdoba, dado que está en una planicie abierta, con libre circulación de aire. "Ese Efecto de dilución por vientos impide la acumulación de contaminantes", dice Norma Cadoppi, directora del Plan Aire Limpio de la Fundación Argentina Siglo XXI. Esto se desprende de las mediciones de monóxido carbono en aire que la Fundación realiza diariamente en el macrocentro porteño con un método de alta precisión: la espectroscopía infrarroja, que toma muestras de aire en forma directa. En mediciones de 24 horas, la mayor con centración de monóxido de carbono coincide con los picos del tránsito vehicular, presentándose el más agudo entre las 8 y las 11 de la mañana. Una posibilidad antipática: reducir el ingreso de autos, y sobre todo de camiones y ómnibus, en zonas del microcentro. Hasta 1993, Rosario no contaba con ningún tipo de control de emisiones contaminantes. Daniel Raposo y Elba Stancich, del Taller Ecologista, cuentan que ante la inacción municipal un particular apeló a la Justicia y un fallo histórico condenó al Municipio a pagar los equipos de control de la polución y facultó al denunciante a efectuar la tarea por su cuenta. "Un acuerdo posterior hizo que el municipio se hiciera cargo de ese control, mediante acuerdos con la Universidad Tecnológica Nacional", recuerdan.


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